CONOCIENDO LO NUESTRO
  FOTÓGRAFOS AYACUCHANOS
 
Fotógrafos ayacuchanos

Los primeros estudios fotográficos de la ciudad de Ayacucho datan de la década de 1920. Con la inauguración de la carretera Huancayo-Ayacucho fue posible traer los materiales y los equipos que se necesitaban para la producción y el archivo local de fotografías. Según una matrícula de comercios que data de los años 1934-1938 en Ayacucho había dos estudios fotográficos: el de José Nicanor Oré, ubicado en la calle Huanca Solar (hoy cuadra 4 del Jr. Libertad) y el de Baldomero Alejos, situado primero en Cinco Esquinas, luego en la calle de Santa Catalina (hoy cuadra 4 del Jr. 28 de julio) y posteriormente en la calle de La Compañía (frente a la Iglesia del mismo nombre).
 
En el decenio de 1940 ya existían tres estudios fotográficos: los dos mencionados más el de Víctor Jáuregui ubicado en la calle de Los Plateros (hoy primera cuadra del Jr. Lima). A mediados del siglo XX abrieron los estudios fotográficos de Rivera, Zevallos y Prado, además de algunos "fotógrafos ambulantes" que operaban en la Plaza Mayor de la ciudad.
 
 
Baldomero Alejos

Baldomero Alejos (1902-1976) nació en el pueblo de Amaupata, anexo del distrito de Santiago de Chocorvos, en el vecino departamento de Huancavelica. Siendo niño emigró a Ica con uno de sus hermanos mayores, donde trabajó en los viñedos de la familia Picasso. Al terminar sus estudios primarios se mudó a Lima, empleándose como ayudante en el estudio fotográfico de Diego Goyzueta, un afamado y conocido fotógrafo capitalino, en Jesús María. Tras aprender el oficio, se independizó y abrió su estudio fotográfico en la capital, primero en La Victoria y luego en Barranco.
 
Alejos llegó a Ayacucho en 1924, año de las celebraciones del centenario de la batalla de Ayacucho, vía la carretera Huancayo-La Mejorada-Ayacucho que había sido construida por el gobierno de Augusto B. Leguía. Tras abrir su pri-mer estudio en Cinco Esquinas, se dedico a fotografiar a los hacendados, comerciantes, autoridades y habitantes mestizos de los barrios, quienes se con-virtieron en sus asiduos clientes. En estos retratos individuales o colectivos de los ayacuchanos, el cuerpo predomina sobre el rostro, develando el esfuerzo que el fotógrafo hacía para dominar la escena.
 
Aunque no en demasiadas oportunidades, Alejos también sacó su cámara a las calles de la ciudad y registró los acontecimientos de la vida cotidiana local (matrimonios, defunciones), las fiestas tradicionales (Semana Santa) y los aconte-cimientos trascendentales de una ciudad pequeña (el sepelio de los apristas muertos en la sublevación de 1934).
 
En la segunda mitad de siglo y a medida que la ciudad crecía y se instalaban en ella instituciones estatales, profesionales y numerosos estudiantes y univer-sitarios, amplió su público consumidor, dedicándose a confeccionar los famosos retratos en tamaño carné, indispensables e insustituibles para estudiar, viajar o tramitar en las oficinas del Estado.
Con la instalación de su estudio en la calle de La Compañía, su trabajo adquirió nuevas dimensiones, combinando realidad y ficción, registro fotográfico y crea-ción propia. Para tal efecto, su estudio comprendía varios ambientes de uso público y privado. La "oficina" era el primer ambiente del estudio de Alejos. Aquí el fotógrafo negociaba con sus clientes. Había además un escaparate, donde se exponían las fotos recientes, y un cartel publicitario que decía: "Para un retrato magistral confíe en un profesional".
 
Luego estaba la "galería" con la escenografía y las cámaras. La primera consis-tía en dos telas pintadas al óleo, con columnas dibujadas que no sostenían na-da y paisajes en tonos grises. Complementaban este escenario una pared de vidrios pavonados y algunos muebles europeos. Era iluminado con luz natural que se incrementaba o atenuaba con cortinas blancas que subían y bajaban según la intensidad y posición del sol. El cliente se acomodaba aquí, delante de las telas, para ser captado por dos máquinas de fuelles con lentes anastigmáticos: uno para placas de 13 por 12 centímetros y otro para placas de 9 por 12 y 6 por 9 centímetros. Con estas cámaras, Alejos a larga distancia enfocaba en un solo plano las imágenes.
 
Finalmente, estaba el laboratorio del fotógrafo. Aquí, Alejos retocaba sus fotos sobre el negativo. El retoque consistía en la aplicación de un ungüento de natolina sobre el rostro del negativo más carbón de lápiz sobre las arrugas, manchas y rasgos. Esto lo hacía con mucha paciencia, precisión y trabajo. Después, secaba sus fotos y las esmaltaba con ferrotipo para, a continuación, cor-tarlas y delinearlas con guillotina.
 
Se hizo popular a raíz del "descubrimiento" de sus fotos. Realizó retratos de los vecinos y profesionales de Huamanga. Trabajaba en su estudio y poseía también una pequeña escenografía para re-tratar a sus clientes. La escenografía estaba compuesta por una cortina más un pequeño mobiliario. Este era el lugar donde sus clientes posaban y adquirían cierta monumentalidad para ser fotografiados. Él fue un fotógrafo que combinó el trabajo en estudio y la fotografía social. En su estudio, ubicado en el Jr. 28 de julio, elaboraba retratos de profesionales de clase media o de gente común y corriente en tamaño postal y también en tamaño carné, para los trámites que se realizaban en las instituciones públicas. En la calle o en los hogares de sus clientes, fotografiaba eventos familiares y sociales: cumpleaños, bautizos y matrimonios. Para ello contaba con un nuevo tipo de material fotográfico: la cámara portátil.
 
Con la utilización de la japonesa Hansa Canon (inventada en 1937) y de la Kodak Ek-tra (inventada en 1941), cámaras de pequeño formato con el sistema réflex, pudo estar presente en cualquier evento público o privado y prácticamente congelar el tiempo en una instantánea. Así, fotografió los eventos públicos más importantes de Ayacucho: las procesiones de Semana Santa, los desfiles de Fiestas Patrias o las simples imágenes de los monumentos de la ciudad, que eran expuestas en un escaparate de su estudio, como si se tratase de un es-pontáneo museo fotográfico.

Para saber cómo trabajaba un fotógrafo ayacuchano en esa época, cuando no existía la foto a color ni las cámaras digitales, vale la pena repasar las activida-des de uno de sus dignos representantes: Baldomero Alejos.


 
 
 
 
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